The Box


Arquitectos:
Ralf Erskine

Lugar:
cerca de Estocolmo, Suecia

Año:
1942

Estado:
Construido

Atributos:

Tipologías:
:
Etiquetas:
:

1935-55_Vernáculo

Casi al tiempo que Henry-Russell Hitchcock y Philip Johnson trataban de establecer los principios comunes del Estilo Internacional para su exposición de 1932 en el MOMA, alguno de los protagonistas más importantes mostrados estaba tomando una senda diferente.

Le Corbusier, desde principios de la década de 1930, empezó a perder la fe en el triunfo de la “máquina”, lo que le llevó a adoptar una cierta libertad de expresión, introduciendo elementos técnicos “primitivos” en sus proyectos. Le Corbusier, sobre todo en sus proyectos domésticos, se aproximó a las arquitecturas vernáculas, mediante la utilización de materiales locales y la incorporación de una adecuación al clima, una sensibilidad topográfica y una expresión nacida de la exhibición natural de los procedimientos constructivos.

En 1941, el finlandés Alvar Aalto escribe sobre las cualidades de la tradición vernácula de las casas rurales del este de su país, haciendo hincapié en la posible mejora o ampliación de las viviendas con el tiempo, su progresividad:

“La casa de Karelia es en cierto modo un edificio que comienza con una sola celda modesta o con un embrión de edificio, refugio para el hombre y los animales, y que luego, hablando en sentido figurado, va creciendo año a año. “La casa ampliada de Karelia” puede compararse en cierto modo con una formación biológica de células. Siempre existe la posibilidad de hacer un edificio mayor y más completo”.[1]

Esta visión biológica de la progresividad de las casas rurales está muy cercana a muchos planteamientos de los Metabolistas japoneses de los años 60.

Algunos de los arquitectos que huyeron de la Alemania nazi o de la Guerra decidieron vivir experiencias con arquitecturas vernáculas. En 1933, el arquitecto alemán Bruno Taut (1880-1938) llega a Japón para conocer la cultura y costumbres japonesas, tomando la decisión de habitar con su mujer una pequeña casa tradicional, junto al templo de Shorin-san, a las afueras de Takasaki. Sus experiencias quedan recogidas en su libro La casa y la vida japonesas.[2]

Algún arquitecto se plantea también ir más allá que habitar una casa vernácula: construirla con sus propias manos, reproduciendo la experiencia de Henry Thoreau, a mediados del siglo XIX, junto al lago Walden, en Concord, Massachusetts. Thoreau escribió, tras habitar dos años en su cabaña autoconstruida, sin más sustento que el que la tierra le procuraba:

“Opino que existe en el hombre la misma capacidad que permite al ave construir su nido y, ¿quién sabe si, en el caso de que los hombres construyeran sus casas con sus propias manos y proveyeran de alimentos tanto su persona como a los suyos de modo suficientemente simple, honrado y eficaz, no se desarrollaría universalmente una facultad poética al igual que cantan las aves universalmente cuando se hallan empeñadas en similar tarea?”.[3]

En 1951 Martin Heidegger pronuncia su conferencia Construir, Habitar, Pensar, en el Darmstädter Gespräch, ante los arquitectos destinados a reconstruir las destruidas ciudades alemanas. Desde su Carta sobre el humanismo de 1947 su sistema filosófico giraba alrededor del acto de habitar. Para Heidegger el sentido del ser, primera pregunta ontológica, no puede resolverse sin reconocer que “alrededor de este sujeto existencial gravita todo aquello que le es familiar, los útiles y la casa como materialización de una vida que se desarrolla a través de un tiempo existencial, no cronológico (pasado, presente y futuro experimentados desde la propia subjetividad). El sujeto queda así atravesado por este tiempo existencial y este marco familiar y utilitario que lo describen (…) La casa, la construcción de la habitación, no es tanto una metáfora como el sujeto mismo de la filosofía existencial”.[4]

En esta conferencia destinada a los arquitectos, Heidegger se interroga sobre el significado del vocablo bauen (construir) y el sentido de nuestras construcciones. ¿Por qué construimos? Para Heidegger construir es propiamente habitar y “cuidar” es un rasgo fundamental en el habitar, de forma que el cuidado en la acción de construir provoca un habitar en el que el “ser” despliega su esencia.

Heidegger propuso como modelo de habitar su pequeña cabaña en Todtnauberg, en la Selva Negra, donde, desde 1922, pasaba temporadas, junto a su mujer Elfride. En esta cabaña, de tan solo 6 x 7 metros, desarrolló, durante cinco décadas, muchos de sus más famosas conferencias y escritos, como, por ejemplo, su libro, de 1927, “Ser y Tiempo”.

[1] Alvar Aalto: Architecture in Karelia,1941. En Kenneth Frampton: Historia crítica de la arquitectura moderna 1983. GG, México, 4ª edición 2009, p.194.

[2] En apartado 7.1, Arquitectura tradicional japonesa.

[3] Henry D. Thoreau: Walden o Life in the Woods. 1854. Edición en español: Walden y el deber de la desobediencia civil. Editorial Juventud, 2010, p.68.

[4] Iñaki Ábalos: La buena vida. “Heidegger en su refugio: la casa existencialista”. GG, Barcelona, 2008, p.45.

1922-1978 Martin Heidegger: cabaña en Todtnauberg, Selva Negra, Alemania. (Foto de 1968)

“Pensemos por un momento en una casa de campo de la Selva Negra que un habitar todavía rural construyó hace dos siglos. La casa la ha levantado el empeño de instalar unívocamente en las cosas tierra y cielo, divinos y mortales. Ha emplazado la casa en la ladera de la montaña que está a resguardo del viento, entre las praderas, en la cercanía de la fuente. Le ha dejado el tejado de tejas de gran alero que, con la inclinación adecuada, sostiene el peso de la nieve y, llegando hasta muy abajo, protege las habitaciones contra las tormentas de las largas noches de invierno (…) y así, bajo el tejado, a las distintas edades de la vida les ha marcado de antemano la impronta de su paso por el tiempo. Un oficio que ha surgido él mismo del habitar, que necesita además sus instrumentos y andamios en cuanto cosas, ha construido la casa de campo”.[1]

Dentro de esta senda vernácula, entre 1935 y 1955 destacamos dos ejemplos:

 

[1] Martin Heidegger: Bauen,Wohnen,Danken, Neve Darmstädter Verlaganstalt, 1952. Construir-Habitar-Pensar, en Kosme María de Barañano Letamendía: Chillida, Heidegger, Husserl: El concepto del espacio en la filosofía y la plástica del siglo XX, Universidad del País Vasco, 1990.

 

The Box

Ralf Erskine (1914-2005) tiene 27 años cuando se traslada en 1941 con su mujer a la ladera de Lissma, cerca de Djupdalen (Suecia), al sur de Estocolmo. Ocupan una parcela cedida por un granjero que también les prestó su caballo y un trineo para el transporte. Con la ayuda de Aage Rosenvold, arquitecto danés que a partir de entonces se convirtió en su socio, comenzaron a construir una cabaña, su casa, con sus propias manos. Cogen piedras del lugar, ladrillos de un antiguo horno y reconvierten un somier de cama desechado en armadura para el hormigón.

En 1942 nació su primera hija, Jane, y cuatro años más tarde, en 1946, la segunda, Karen. Hasta el nacimiento de Karen, la casa fue la vivienda habitual de la familia. Desde entonces, su casa de vacaciones.

1942. Ralf Erskine: The Box

La casa tiene unas modestas dimensiones. Mide 6 x 3,5 m y su altura interior es de tan solo 2,1 m. Se asemeja a una caja de cerillas, elevada del terreno, que vuela sobre un basamento de piedra. De ahí su apodo de The box.

La orientación solar ordena las fachadas. La fachada sur se concibe acristalada, con una terraza volada que proporciona un bonito mirador. La fachada norte está en cambio completamente cerrada e incorpora, en su cara interior, un armario corrido. En su cara exterior se apilan los troncos de madera para la chimenea, de modo que la suma del muro, el armario y la leña genera un gran aislamiento. En la fachada este se abre una ventana horizontal a la altura de una persona sentada.

1942. Ralf Erskine: The Box. Fachada sur y norte.

El espacio interior, de tan solo 21 m², es único y está dividido por la chimenea, el verdadero corazón de la casa, que incorpora con unos tubos interiores que recogen aire por debajo del suelo y lo lanzan, ya caliente, por unos cilindros cerámicos situados en su parte alta. La chimenea divide el espacio en dos partes. Uno es la cocina, proporcionalmente grande, y el otro es un estar, que funciona también como dormitorio y sala de trabajo.

1942. Ralf Erskine: The Box

Como en la zona boscosa en donde estaba enclavada la casa son habituales las nieves, muchos días Erskine y su mujer tenían que desplazarse, esquiando o en trineo, a la tienda más cercana, situada a tres kilómetros de distancia. La cabaña no tenía ni baño ni agua corriente. El baño estaba en una caseta exterior y el agua se tomaba de un pozo. Era una vivienda reprogramada.

El diseño de la casa trataba de encontrar respuestas directas a los condicionantes climáticos del lugar, incorporando modernos sistemas tecnológicos a la arquitectura vernácula. The Box es por ello un valioso ejemplo de arquitectura sostenible.

The Box contaba con ingeniosos sistemas que permitían cambiar de uso del espacio interior. La cama se levantaba hasta el techo, mediante unas poleas, con el fin de despejar la estancia durante el día. Al bajarla descansaba en el suelo aunque, cuando hacía mucho frio, se podía dejar a media altura. La misma cama se convertía en el sofá de la casa, doblándose por la mitad hacia cualquiera de sus lados. De esta forma el respaldo podía estar, según el estado de ánimo o la época del año, orientado tanto hacia la ventana como hacia la chimenea.

1942. Ralf Erskine: The Box. Cama-sofá elevable

La mesa de trabajo también se podía recoger dentro del armario de la pared norte, mediante un ingenioso sistema que incluía sus patas.

Este aprovechamiento y uso variable del espacio convierten este refugio en un perfecto ejemplo de casa versátil.

La cama elevable de The Box fue llevada al cine en la buhardilla que habitaba Gene Kelly en “Un americano en París” (1951), dirigida por Vincente Minnelli.

1942. Ralf Erskine: The Box. Mesa que se recoge dentro del armario.

La Verona

En 1946, al nacer su segunda hija, Erskine y su mujer deciden trasladarse a Drottningholm, una de las numerosas islas que componen el archipiélago en el que se asienta Estocolmo.

Nueve años más tarde, en 1955, Erskine compra una antigua barcaza del Támesis, La Verona, con la que navega hasta Suecia, cruzando el Báltico. Erskine instala en ella su estudio de arquitectura.

1955 Ralph Erskine y su mujer en la Verona. Estudio de Erskine en el interior. Reunión del Team X en el barco. De izquierda a derecha: Woods, Erskine, Bakema, Alison Smithson y Voelcker.

Cada verano, Erskine navegaba con ella hasta la isla de Ragö, cerca de Nyköping, donde utilizaba el cobertizo de un pescador como base en tierra firme. En estos meses de verano su estudio funcionaba por la mañana y por la tarde, dejando una amplia pausa a mediodía para navegar, nadar o descansar. Alguna reunión del Team X se celebró en la Verona, un gran ejemplo de prefabricación portátil.

El espíritu nómada de Erskine hizo que abriera estudio de arquitectura en algunos de los lugares en donde debía proyectar algún edificio. De esta forma desarrollaba su arquitectura en cercanía y colaboración con los futuros habitantes. Así nació, por ejemplo, en 1975, su proyecto Byker Wall, en Newcastle.

Pocos años antes de que el mito de la casa móvil, con Yona Friedman, los Smithson, Archigram y Reyner Banham como su principales teóricos, estuviese muy presente en la mente de los arquitectos más vanguardistas, Erskine había encontrado en la Verona, de una forma natural y sencilla, su particular solución al problema.